Pescado con ojos
Cuando vivía en Estambul, no se podía comprar jamón cocido con facilidad, pero sí se conseguía pescado. Las españolas, embajadoras eternas de la buena cocina, iban por los mercados negociando en turco, en español o en lo que hiciera falta, para comprar un pescado que, además, tenía que tener los ojos en buen estado, si realmente era fresco.
Todo esto me tenía sin cuidado. Primero, porque toda mi experiencia piscícola se limitaba a las piezas de merluza que se comían en mi casa y que podían venir del mar, como de una impresora 3D. Seguramente estarían muy frescas (antes de que mi Mamá ponga el grito en el cielo) pero, felizmente, no tenían ojos, ni cabeza, ni ninguna otra parte reconocible. Así comía yo mi pescado. Sin rostro, sin escamas, preferiblemente, sin espinas tampoco. Casi olvidándome de que era un pescado.
Tras mi paso por España y por Turquía, aprendí a comer pescados que tenían ciertas partes del cuerpo. Pero nunca, en mis (paren que hago la cuenta) 38 años de vida, le saqué la cabeza a un pescado. Jamás. En honor a la verdad, tampoco desposté una vaca.
Daniel es fan del pescado. Porque los niños han venido a este mundo a impulsarnos en la dirección contraria. Estando en el supermercado esta semana, me pidió que comprara uno, pero no se contentó con los elegantes filetes de salmón, trucha o pescado-desconocido-pero-limpio que le mostré. "Quiero un pescado con cabeza!" dijo y señaló uno que tenía todas sus partes. Le toqué un ojo con la uña, por encima del papel film, para comprobar su frescura. El ojo me pareció lo suficientemente esférico. Le dije "Pero yo no sé limpiar un pescado, Dani" y me respondió "Lo limpia Papi!"
Quién soy yo para desautorizar tan asertiva declaración? Anoche los dejé a los niños con M.Alejo, el pescado yacía burlón en la tabla. Junto a él, un video de Youtube mostraba a un chef español limpiando un pescado. Matías se había acercado para ver las entrañas que un Papá al borde del desmayo sacaba del vientre, y Daniel le apretaba un ojo con los dedos desnudos. Parece que salió rico. Siento que ya casi estamos listos para vivir en la naturaleza.