Vacaciones de Navidad: Día 4
Sobre la nieve, los niños-oveja y las ilusiones turísticas que abrigamos
Día 4, 7:26 pm
Hoy nos propusimos la durísima tarea de sacar de la casa a nuestros niños que, hasta ese momento, estaban felices en sus pijamas navideños corriendo por los tres pisos. Pero no, a nosotros no nos alcanzaba con haber venido a Montreal para que nuestros niños disfruten de jugar en el interior de una vivienda (que, además, está a unos relajantes 26 grados centígrados). No nos alcanzaba con haber hecho 500 kilómetros para jugar juegos de mesa de adultos en paz y comer Ferrero Rocher. Teníamos que salir a pasear. Nos pesaba la pasividad turística en la que nos habían sumido la nieve, la Navidad y la amplitud de la casa de vacaciones.
Así que nos dimos a la tarea de pelear y vestir niños, subirlos a los autos, atarlos en sus sillas, y manejar por la nieve hasta llegar al Mount Royal (que es un monte pero elegante, porque ésta es la parte francesa de Canadá), donde nos esperaban escaleras, nieve y más nieve.
Los primeros dos metros fueron pura emoción. Los siguientes 50, menos. Y los últimos 350 fueron pura agonía, solo comparable a arrear un rebaño de ovejas deprimidas y dispersas.
La cima nos obsequió una vista increíble de la ciudad que no interesó a los niños (como recompensa, comieron galletitas) pero que, a los adultos, nos sirvió para sacar la foto de rigor. Y, sobre todo, para regocijarnos en la efímera sensación haber tenido éxito (a duras penas) otro día más de paternidad.