Sean como nosotros
"Vos me dijiste que algún concierto es mejor que ningún concierto" le recordé a M. Alejo mientras entrábamos al Scotiabank Arena. Ya estaba con cara de vinagreta desde temprano porque a él, para empezar, ni siquiera le gustaba mi banda. Menos la otra.
Theory of a Deadman tocó primero. Resultó que eran teloneros! Los míos. Teloneros, los pobres. Y de locales. Disturbed apareció después. El público era de ellos. A la primera canción, llamada "10.000 puños en el aire", el cantante pidió que levantáramos los puños en alto y, mientras se formaba una imagen muy reconocible y googleábamos la letra de la canción, me di cuenta que no había negros. Éramos todos blancos. Vi un asiático a lo lejos pero resultó que trabajaba para el estadio.
"Nos quedamos hasta que sacrifiquen a las vírgenes?" Le pregunté a M. Alejo. Pero, después de unas cuantas canciones, el cantante volvió a dirigirse al público, esta vez para hablar del peligro de la depresión y las adicciones. El concierto tomó un cariz diferente. Llamó a dos personas del público que había conocido detrás del escenario, a las que Disturbed había ayudado a pasar un momento de oscuridad. Una chica y Sean. La chica nos contó entre lágrimas su experiencia traumática de abuso y maltrato, y Sean dijo "I just wanna rock, man!" Entonces, el cantante empezó a contar que Sean también había vivido tiempos difíciles y entonces alguien de la banda lo llamó y le dijo que era otro Sean. Resultó que ése era un impostor. Al rato apareció el verdadero Sean traumatizado y lo aplaudimos. Los dos Seanes se pudieron quedar en el escenario, al menos.
Incapaces de irnos, hipnotizados por esta banda de multitudes blancas pero macanuda, nos quedamos escuchando más canciones. No puedo decir que nos hayamos vuelto fans, pero en lo que a lunes a la noche se refiere, fue uno de los mejores.