Papás atemporales
Vi a un papá en el colectivo con un cochecito y su hijo. Cuando intentó ponerse en movimiento para bajar, el cochecito se trabó y, con la inercia, el niño se cayó al piso. No le pasó nada. Tendría dos años. Miró a su alrededor un poco asustado y se levantó. El papá le dijo “Come on, buddy, get back up” y todo estuvo bien.
Ese episodio, en el que vi reflejada mi propia experiencia multiplicada por 3 niños, me hizo pensar en lo vulnerables que somos cuando exponemos nuestra maternidad/paternidad en público. Especialmente, cuando lo que mostramos son errores, metidas de pata, accidentes.
Quise decirle algo a ese papá. Algo gracioso. Y reírme con él, la cura para todos los males según yo. Pero después me acordé de que es un papá. Un Papá. De un niño. Tiene al mayor fan que un ser humano puede tener, sentado en el cochecito. Está bien. Su autoestima va a estar bien. Lo sé porque tengo 3 iguales en casa.
Daniel me dijo esta mañana “Papá lo hace mejor” y Matías me miró para ver qué cara ponía, y si su hermano me había herido los sentimientos. Mati siempre tan atento a mi estado emocional. Pero yo respondí “Ya sé que Papá lo hace mejor”. Sin puchero ni nada. “Yo necesito practicar más”.
Así es. Si se van a llevar algo de mí, que sea eso: admitir, no sentirse ofendido por todo, proyectarse como un ser humano con más coraje que habilidad. Está bien. Papá lo hace mejor. Mamá solamente lo hace.
(Y Mamá hubiera atado a ese niño al cochecito)