Nabos escalofriantes
Sobre otra leyenda de Halloween, las propiedades anti-festivas de los nabos y uno que se pasó de vivo y se quedó sin lugar
Una leyenda curiosa que me encontré mientras buscaba información de Halloween fue la historia de Jack O'Lantern, o Jack, el de la linterna.
Parece ser que Jack era un delincuente, un estafador, la definición misma de un mal tipo. Y la gente hablaba de él. Tanto que, un día, el Diablo en persona decidió subir a la tierra de los mortales a conocer a Jack.
Pero Jack, además de un mal tipo, era muy vivo. El Demonio, que ya había comprobado las nefastas cualidades de este mal tipo, decidió llevárselo al Infierno, pero Jack le pidió, como última voluntad, una manzana que estaba en la copa de un árbol. Mientras el Diablo trepaba hasta la manzana, Jack sacó un cuchillo y talló una cruz en el tronco del árbol. El Demonio no pudo bajar y quedó atrapado. Vociferó improperios contra Jack (imagínense las puteadas del mismísimo Diablo), pero éste solo accedió a dejarlo bajar si el rey del Inframundo prometía no reclamar su alma cuando muriera.
Así fue. El Demonio volvió al Infierno y Jack vivió un tiempo más. Cuando murió, se presentó ante las puertas del Cielo pero San Pedro no lo dejó pasar, puesto que era un malvado. El Diablo también lo rechazó y, burlándose de él, le arrojó unas brasas ardientes. Jack, que llevaba consigo un nabo porque era su vegetal favorito, decidió tallarlo y meter adentro las brasas, creando así una rústica linterna que utilizó para iluminar su camino mientras vagaba por el mundo de los espíritus sin poder entrar en ningún lado.
Los mortales tallamos calabazas en Halloween, porque parece que los nabos son difíciles de tallar (curiosa asociación). Y las calabazas espeluznantes se ponen en las puertas de las casas para que, cuando pase Jack vagando por las calles la única noche en que los espíritus caminan libres entre nosotros, no se anime a tocarnos la puerta. Y espero que así sea.