




Todavía no conocimos Quebec pero siento que nos estamos acercando. Hoy visitamos una atracción única en el mundo y lo más destacado para hacer en Quebec en invierno: el Hôtel de Glace (hielo).
Es una estructura hecha completamente de bloques de hielo, como un iglú gigantesco (aunque tiene una armazón metálica) y decorada con las más increíbles esculturas hechas de, claro que sí, hielo. Tiene una capilla, un bar, zonas de recreo y 30 habitaciones donde se puede pasar la noche. Más allá de lo impresionante del edificio y sus paredes de hielo, algunas opacas y otras transparentes, todo el conjunto es una obra de arte que vale la pena ver.
"Vale la pena" es la calificación más alta que le puedo dar a una atracción canadiense. Es el 5 estrellas de Europa.
A Daniel le encantó el tobogán de hielo y le pareció divertidísimo ir viendo las habitaciones temáticas porque algunas eran verdaderamente espeluznantes, con caras gigantes mirándote dormir, así que creo que las visitamos todas. A Matías les gustaron las que tenían decoraciones tecnológicas y también las esculturas. Adrián acarició todas las pieles de animales que cubrían los asientos (y eran muchas). Debe haber tocado una docena de animales autóctonos.
Después del hotel de hielo, cruzamos a la estructura que está enfrente y que es el Bora Parc, otro parque acuático interior. Todo es parte de un enorme resort hotelero que también tiene pistas de ski, de tobogganing, un parque acuático exterior y un paseo gastronómico que imita una peatonal italiana. La verdad es que está bueno. Me gustó. Almorzamos tarde y volvimos a nuestro hotel a remojarnos de nuevo en la pileta tropical, rodeados de gente con tragos de colores y al ritmo de una banda de música latina.
Esa es la elegancia con la que vacacionamos ahora.