La llegada al mundo de Adrián (parte 1)
Mi matrona se llama Ildiko. Una de ellas, porque tengo tres que se van rotando. Las otras dos tienen nombres más comunes, como Mónica y Sonia, pero el de Ildiko tardé varios meses en grabarlo en mi mente. M.Alejo se lo aprendió post parto. Lo importante de mi matrona, no es el nombre, sino su voz. Cuando estaba en el piso de la sala de maternidad del hospital, y las enfermeras que me rodeaban decían cosas como "lo va a tener en el piso!", apareció Ildiko y me dijo "Hi Cintia, hi honey" y yo nunca la vi porque estaba en un mundo donde las cosas aparecían y desaparecían, pero la reconocí al instante. Y me pareció llamativo.
Antes, no mucho antes, estaba dormida en mi cama. Sola. M.Alejo tenía calor así que no sé dónde estaba. Había tenido contracciones las noches anteriores, pero nada que pareciera signo de un parto inminente. Me preguntaba si sería capaz de reconocer las contracciones de parto porque mi matrona había dicho que el 3er parto es la "wild card" y que podía ir rápido o lento, nadie sabe. Yo tenía que llamarla cuando tuviera 3 "buenas" contracciones. Y eso me tenía preocupada porque no sabía cuáles eran las buenas.
Adrián tomó impulso en mis costillas y dio un fuerte cabezazo en mi hueso pélvico. Sonó como si algo se rompiera. Yo, probablemente. Una contracción distinta, más dolorosa, más insistente. M.Alejo volvió de las partes frescas de la casa llamado solo por la frecuencia e intensidad de mi respiración. Eso es un buen marido. Miró el reloj. La primera contracción terminó y respondí preguntas. Otra contracción. Un poco más dolorosa. Líquido, primero de a poco, después más abundante. Ante el charco en el piso, los dos nos miramos con cara de "guácala". Yo, porque salía de mi cuerpo. Él, porque el piso era de madera. Miró el reloj y decidimos llamar a la matrona.
En la llamada, M.Alejo se definió como mi esposa. "Cintia Morrow's wife", dijo. Ildiko, del otro lado de la línea, se habrá reído un poco. O quizás no, porque habrá escuchado cosas peores. Yo no me reí, porque dolor y miedo, pero mi mente me guardó este hermoso detalle para crónicas futuras. Gracias, mente.