Cuando me fui a vivir a Buenos Aires, el mundo era cruel. Quizás no tan cruel como es ahora pero, para mí, una jovencita pueblerina acostumbrada a conocer gente por la ciudad y a ser reconocida, y también, capaz de perderse en el camino hacia la Rosa Mística (una panadería que quedaba a dos cuadras de mi casa), Buenos Aires era cruel. La vida salvaje. Sin aliados más que cuando llegaba a territorios conocidos. O sea, el área de la universidad cercana a mi aula o, mi edificio. Y ahí, solo tenía un aliado: el portero, puesto que no conocía ni a mis vecinos.
It's a jungle out there
It's a jungle out there
It's a jungle out there
Cuando me fui a vivir a Buenos Aires, el mundo era cruel. Quizás no tan cruel como es ahora pero, para mí, una jovencita pueblerina acostumbrada a conocer gente por la ciudad y a ser reconocida, y también, capaz de perderse en el camino hacia la Rosa Mística (una panadería que quedaba a dos cuadras de mi casa), Buenos Aires era cruel. La vida salvaje. Sin aliados más que cuando llegaba a territorios conocidos. O sea, el área de la universidad cercana a mi aula o, mi edificio. Y ahí, solo tenía un aliado: el portero, puesto que no conocía ni a mis vecinos.