Gauchos a distancia
Mientras miraba la televisión tradicional (algo que no suele hacer muy seguido) Daniel preguntó "Cómo sabés si son propagandas o no?"
Y me vi otra vez metida en una reflexión antropológica sobre lo que uno considera publicidad y por qué un niño de 6 años no es capaz de distinguir entre el programa que estaba viendo y la propaganda de otro programa que también quiere ver.
Quizás, no tiene desarrollada esa neurona. O lo que ve se parece demasiado, o va demasiado rápido, o la televisión en general, con su dictadura del contenido y publicidad forzosa, lo tiene muy confundido.
Lo vi en su carita. Se preguntaba honestamente por qué los humanos verían la televisión con propagandas.
Pero somos muy fans de las propagandas argentinas, así que las clases de español argentino van por ese camino.
Los chicos todavía no entienden lo que dicen las llamas de La Llama que Llama. Sobre todo porque creo que nunca vieron un teléfono de línea. Pero sí se entusiasmaron con los animalitos de los bizcochos de arroz Gallo. Y durante toda una tarde estuvieron repitiendo “poquito amargo el… mate!” Aunque no supieran bien lo que estaban diciendo.
Y se coparon mal (si me permiten usar esta antigua expresión) con las propagandas de Mamá Lucchetti. Me cantan canciones inventadas para el día de la Madre, repletas de personajes que no conocen, como Osvaldo Laport. Cuando hago arroz, cantan la canción de Diana Arroz “hoy hice arroz, lo hice para vos…!”. Y cada vez que Adrián dice “mamá mamá”, le responden “Mamá, mamá… mamá Lucchetti”.
Es más, ayer mientras cenábamos, Matías, poseído por un espíritu gauchesco que no sabía que existía, se puso serio y miró hacia el horizonte pampeano (más lejos que nunca) y me recitó con éxito su primera payada:
“Esta noche me confieso, lo moderno no me asusta, y a esta milanga de soja, yo también le doy me gusta”.