Cuando todavía era una novata en este asunto de las distancias, me enojé con Hernán Casciari por poner en palabras el mayor miedo con el que convivimos todos los que nos fuimos a vivir afuera: que pase algo mientras estamos lejos. Que pase algo malo, y no podamos acompañarnos. Que pase algo bueno, y no podamos compartirlo.
Será por eso que son tan intensos los reencuentros con aquellos que dejamos atrás cuando nos fuimos en busca de otra vida. Queremos momentos de calidad, días felices, fotos, recuerdos. Queremos todo. No hay tiempo para peleas mezquinas ni para reclamos paleolíticos. A veces no hay paciencia para las "cosas de siempre" ni para los chusmeríos sobre un mundo que ya no parece el nuestro.
Queremos despertarnos a las 6 am e irnos a dormir después de la medianoche para absorber vida. Ese trocito de nuestra vida que solo cabe en unas vacaciones. Nos gustaría estirar el tiempo y también concentrarlo, estrujando, en unos pocos días, largos períodos de ausencia. Como si estuviéramos haciendo una poción. Un antídoto contra la nostalgia y la tristeza, contra la culpa y la falta. Y si lo hacemos bien, si aprovechamos el tiempo juntos, nos durará hasta que volvamos a vernos.
Pero las cosas pasan mientras estamos lejos. Y, a la inconveniencia de la distancia, le sumamos este virus que no hace más que construir muros entre nosotros.
Un día, recibiremos esa llamada, mensaje o audio que harán que el tiempo se detenga por un tiempo. Y no podremos hacer nada. Porque nuestra mayor debilidad es que no podemos trasladar nuestro cuerpo con la rapidez que nos gustaría. Todavía tenemos que arrastrarlo hasta un aeropuerto, subirlo a un avión y esperar muchas, muchas horas para que llegue a destino. En compensación, y gracias a la era en la que vivimos (que tiene mucho más que virus), podemos enviar nuestro corazón a cualquier lugar del mundo. A muchos a la vez. Instantáneamente.
Entre medio de esas llamadas que paran el mundo, vivamos. Amemos. Soñemos. Olvidemos todo y volvamos a empezar. Somos mucho más que un cuerpo que está lejos.