Diario de un miércoles de lluvia (parte 3, y final)
Sobre... un sillón que trajimos desde el pasado
La historia del sillón comienza en Estambul, cuando compramos un sillón reclinable. Durante un tiempo, no hubo más muebles, así que nos turnábamos para sentarnos en ese sillón para ver la tele o el mar.
El martes, cuando volvía de la escuela con Daniel, vi que un vecino de la vuelta de mi casa había sacado ese mismo sillón a su jardín. Para regalar. Yo quería ese sillón. Se lo comenté a Dani. Él también quería ese sillón. Volviendo de la escuela con Matías, nos desviamos para pasar a verlo. Mati también quería ese sillón. Se sentó en él, lo aprobó. Intentamos levantarlo pero pesaba demasiado. Nos despedimos con la promesa de que, cuando volviera papá de trabajar, íbamos a ir a buscarlo.
En el camino a casa, vi las camionetas de la obra del subte y sopesé la posibilidad de usar mis encantos para que algún obrero subiera el sillón a su camioneta y me lo llevara a casa.
Mr. Alejo me anunció que iba a llegar tarde, muy tarde. Y, por la mañana, se fue en su vuelo de las 7:30. El miércoles llovió todo el día. Eso era bueno porque nadie iba a ir a buscar el sillón. Sopesé lo de los obreros de nuevo, más por entretenimiento, esta vez.
Mr. Alejo volvió a la noche, mientras los chicos cenaban y preguntó "Pudieron ir a buscar el sillón?". Y después se puso mi capa, agarró el cochecito y partió.
Volvió con el sillón y dijo "Abrime la puerta del costado", porque quería ponerlo en el sótano. "No pasa por la puerta", dije yo. Pero lo ayudé igual, así es el matrimonio: vale más tener razón que hacer fuerza de gusto. Abajo de la lluvia torrencial, balanceamos un sillón mojado por el pasillo de afuera, lo giramos y lo torcimos y lo empujamos pero no pasó por la puerta. Volvimos con el sillón por la puerta de entrada y fuimos dejando un reguero de agua por toda la casa. Lo pusimos en el escritorio. No tiene vistas al mar, pero tiene tanta agua, que parece que lo haya traído puesto. Ahí está, secándose.
21:45 hs. Los niños duermen. Mr. Alejo también. Antes de subir a la habitación, cierro la puerta del escritorio, no vaya a ser que el sillón no sea lo único que entramos a la casa.