Diario de un miércoles de lluvia
Sobre los despertadores humanos, mi alta capacidad anfibia y los problemas motrices de Rogelio
Miércoles 5:45 hs.
Mr. Alejo me despierta. "En un ratito me voy." "Qué hora es?" pregunto.
"Las seis menos cuarto" dice y se mete en el baño. Yo me quedo pensando: qué clase de persona mezquina me despierta para decirme que se va "en un ratito"? No se va ahora. Va al baño. Se tiene que vestir. Todavía le falta vagar por la casa en busca de cosas. Probablemente bajará al sótano para agarrar los zapatos que soñaba ponerse hoy, pero que no sabe dónde están y tampoco sabe buscar. Así que, solo caminará rebuznando entre las cajas abiertas.
Estos pensamientos de resentimiento matrimonial, unidos a que los niños no se despertaron anoche y dormí bien, no me permiten conciliar el sueño nuevamente. Mr. Alejo vuelve. Le pregunto "Por qué me despertaste?" Y me responde "Porque me voy ahora, mi vuelo sale 7:30". Me saluda y lo escucho vagar por la casa un rato más.
Agarro el teléfono y relleno el formulario Covid que tengo que hacer todas las mañanas antes de llevar a Mati a la escuela. Y estoy considerando qué hacer con mi tiempo libre, cuando escucho unos pasitos que vienen hacia mi cama. Un Matías todavía dormido se acurruca al lado mío y me abraza. El principio de malhumor que estaba cultivando se deshace, y me quedo dormida.
7:00 hs. Llueve a cántaros. Antes de tomarme el café, bajo al sótano a buscar botas y capas de lluvia. Veo las ruinas de la búsqueda de Mr. Alejo.
7:45 hs. Me acuerdo de que el cuaderno de la escuela de Matías ayer llegó mojado. No se secó durante la noche. Prendo la planchita de pelo y me pongo a secar las hojas. Son demasiadas. Lo meto en una bolsa ziploc y le deseo suerte. Le digo a Mati "Avisale a Madame Blandine que el cuaderno se mojó" y me dice que ya lo sabe. Doy por concluido el asunto.
9:15 hs. Vuelvo a casa después de dejar a cada niño en su escuela. Me saco mi capa ridícula que llevé con el orgullo de quien vivió cinco años en París y no le teme a la lluvia. Rescato a Rogelio (el robot aspiradora) que se quedó atorado entre los globos de cumpleaños de Mr. Alejo. Caliento el café que nunca llegué a tomarme. Me siento a escribir.