Conversos
Hay una capacidad, que daré en llamar "inteligencia de conversión" que está muy desarrollada en algunas personas.
Nunca fui buena en matemáticas. Y, con eso, no quiero decir que no sepa sumar o restar (quizás dividir, no sé), sino que las operaciones matemáticas me llevaban mucho más tiempo del convenido para resolver algo en mi clase y en mi época. Yo necesitaba tiempo y espacio y no presión. No me lo dieron. Entonces, concluí que no era buena en matemáticas. Y no me anoté en Ingeniería Mecánica en la UTN. Jamás sabré si fue la decisión correcta. Abandoné la idea de hacer operaciones matemáticas al llegar a la vida adulta y estudie abogacía, por las dudas.
De hecho, una de las frases más célebres que escuché durante la carrera, fue la respuesta a un profesor que preguntó cuántos años había durado la presidencia de alguien. Lanzó la pregunta al aula llena y se hizo silencio. Alguien dijo, muy educadamente, "Esto es abogacía!" Y todos nos reímos y nadie sacó la cuenta.
Por eso, siempre me alucina hablar con argentinos de verdad sobre precios. Especialmente en el extranjero. Porque son capaces de calcular el precio de algo en dólares canadienses, pasarlo a pesos argentinos, a dólar, a dólar blue, agregarle el 30 % de impuestos a los poseedores de tarjetas, el impuesto al pasaporte, o a los que vienen de la Tierra Media y restarle la diferencia entre el precio que cuesta, menos inflación y las cuotas sin interés del banco. En un par de cálculos, son capaces de decirte si te conviene comprar perchas en Canadá o en Argentina. Y yo me quedo patitiesa. Incapaz de seguir ninguna de las operaciones que hicieron en el aire. Y confío. En ellos, en el sistema, y en comprar perchas en el lugar donde esta tu placard, fundamentalmente.
Pero los admiro. Profundamente. Esa inteligencia de conversión, solo me alcanza para calcular que los números en dólares canadienses siempre son un poco más altos que en dólares de verdad o en euros. Un poco. Un concepto matemático de lo más útil.